Comenzamos este recorrido por estas letras con amor profundo y con la expectativa de que el Padre de la Gloria derrame Su presencia y Su amor sobre cada corazón que nos acompañe en este espacio.
Hablo en nombre de mis hermanas y compañeras de viaje, con quienes compartimos un mismo anhelo: caminar juntas en la luz de Jesucristo, explorando Su Palabra, Su corazón y Su Reino.
Que cada blog post de Punta de Lanza sea como una puerta abierta para encontrarnos con Él, crecer en intimidad y reflejar Su gloria.
Iniciamos con un tema que es base en el caminar con el Espíritu, el Orar y orar con confianza sabiendo que somos hijas y como hijas e hijos podemos llegar con confianza ante nuestro Papa a hablar con El.
Orar con confianza: vivir en la certeza de ser oídos
“Y esta es la confianza que tenemos en Él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, Él nos oye.”
1 Juan 5:14
La oración no es un acto religioso vacío ni una repetición mecánica de palabras que se pierden en el aire.
Como orar a Dios no es repetir frases vacías, ni usar palabras especiales, para que el Padre nos entienda.
Es abrir nuestro corazón, conversar con confianza como cuando hablamos con alguien que nos ama profundamente, en palabras sencillas orar es estar con El, pasar tiempo en su presencia.
Contarle lo que sentimos, lo que pensamos y necesitamos (aunque El ya lo sabe – Mateo 6:8). En el momento de orar nos conectamos con El, como un solo espíritu.
Juan nos abre una puerta al decir que tenemos confianza en Él y esta confianza es hablar la libertad para hablar abiertamente sin miedo, sin vergüenza y con la certeza en ser escuchados.
Cuando entras por la puerta de la confianza ya no orars desde la inseguridad o la religiosidad sino desde la posición de hija o hijo, sabiendo que ya somos parte de la casa.
Esa es la diferencia entre tocar desde afuera esperando que abran la puerta… y entrar porque sabes que somos hijos y podemos entrar con confianza a hablar con el Padre.
El mundo nos ha enseñado a orar con dudas, como quien lanza monedas a un pozo esperando suerte. Pero el Reino no funciona así.
El Reino se mueve en legalidad, en la seguridad de un pacto cumplido en Jesucristo. Por eso, orar con confianza no es un capricho ni una osadía: es vivir desde la realidad de que ya somos hijos y que nuestra voz resuena en los cielos porque está unida a la voz del Hijo amado.
1. Confianza: la palabra que abre el umbral
En griego, “confianza” aquí es parresía, que significa franqueza, libertad de hablar sin miedo, como quien se acerca al trono sin máscaras.
Y en hebreo, la raíz equivalente es batach, que implica apoyarse con todo el peso en algo seguro, descansar plenamente porque sabes que no fallará.
Orar con confianza es apoyarse en la voluntad del Padre como roca inamovible. Es hablarle sin temor, con el corazón desnudo, porque sabemos que la Sangre del Cordero ya abrió el acceso y nos cubre en su justicia.
2. Orar según Su voluntad
Aquí está la llave: “si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad”.
¿Cuál es su voluntad? El mismo Jesucristo nos lo reveló:
“Venga tu Reino, hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” (Mateo 6:10).
Su voluntad no es incierta ni caprichosa. Es que el Reino del Hijo amado se manifieste en nosotros y a través de nosotros.
Cada vez que oramos alineados con ese deseo eterno, nuestra oración no es rechazada: se convierte en decreto respaldado por el cielo mismo.
Esto nos libra de la angustia de orar para ver “si acaso sucede algo”. Nos enseña a orar desde la unión con Jesucristo, dejando que su Espíritu sea el que interceda en nosotros con gemidos indecibles (Romanos 8:26).
3. Orar desde la luz verdadera
El hambre de orar con confianza nace de un corazón expuesto a la luz verdadera. No podemos confiar en lo que no conocemos, ni pedir con certeza si no hemos sido expuestos a la presencia que todo lo revela.
“Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo.” (2 Corintios 4:6).
Cuando su luz nos atraviesa, ya no oramos desde la carne, desde deseos superficiales o temores humanos. Oramos desde el Espíritu, desde la unión con Él, pidiendo lo que ya late en su corazón. Y allí está la confianza: saber que pedimos lo que ya fue escrito en su voluntad eterna.
4. Exponerse como quien se sumerge
Orar con confianza es exponerse voluntariamente a esa luz. Es como abrir ventanas y dejar que la gloria del sol lo inunde todo. Es atreverse a estar desnudo y vulnerable ante el Padre, sin adornos, sin excusas, sin argumentos propios.
El alma que se expone de esta manera descubre que Jesucristo no es una alternativa más entre muchas. Él es la única opción, la fuente, el principio y el fin. Todo lo demás se deshace cuando la luz verdadera entra.
5. De la súplica al decreto
Cuando caminamos en confianza, la oración cambia de tono. Ya no suplicamos como huérfanos. Declaramos como hijos. Repetimos lo que oímos al Padre.
La voz del Amado en nosotros se convierte en lanza que atraviesa las tinieblas, en palabra que crea, en decreto que establece su Reino en la tierra.
Por eso este Blog se llama “Punta de Lanza”: porque cada palabra es más que letra; es filo espiritual, es decreto nacido de la unión con Cristo, capaz de abrir brecha en atmósferas y romper resistencias invisibles.
6. Hambre que lleva más adentro
La verdadera confianza en la oración despierta hambre. Hambre de más luz, hambre de más revelación, hambre de más de Cristo.
Quien ora y ve respuesta ya no se conforma con una experiencia aislada: quiere vivir sumergido en esa certeza todos los días.
El Espíritu y la Esposa siguen diciendo: “Ven” (Apocalipsis 22:17). Ese clamor no es un futuro lejano, es un ahora ardiente.
Es la esposa llamando al Esposo, y el Esposo respondiendo en unidad. Esa es la confianza: saber que su oído está inclinado hacia nosotros, porque nuestro corazón ya late en el suyo.
7. Una invitación final
Hoy el Espíritu te invita a orar con confianza. A dejar atrás las dudas, los miedos, las fórmulas aprendidas, y entrar al lugar de la franqueza.
El Padre ya inclinó su oído hacia ti. Jesucristo ya abrió el acceso con su Sangre. El Espíritu ya gime en tu interior.
Solo falta que tú te expongas. Que abras tu boca con confianza. Que declares lo que ya fue escrito en el cielo. Y que lo vivas aquí, en la tierra.
Oración profética
Amado Jesucristo, Luz verdadera,
me expongo a Ti sin reservas.
Tomo esta palabra y entro en la confianza de tu amor.
Declaro que mis oraciones se alinean a tu voluntad,
que cada clamor es eco de tu corazón en mí.
Hoy dejo las dudas y tomo la certeza:
soy oído, soy amado, soy uno contigo.
Haz que cada palabra salida de mi boca, sean decretos,
para que establezcan tu Reino en mi vida, en mi casa y en mi generación, amén!

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Muchas gracias y Bendiciones!